Se trata de una mezcla de arena, cemento y agua a la que se añade resinas del tipo sintéticas y minerales, con lo que se obtiene una mezcla resistente que se aplica en fachadas de edificios.
Gracias a esto se consigue una protección frente al desgaste medioambiental y sin dejar a un lado la estética, pues podemos obtener distintos acabados en función al estilo deseado. Además, se puede reforzar la protección térmica añadiendo distintos componentes, como un revestimiento de corcho, antes de la aplicación del mortero.